Luisina Avellaneda
1 min readOct 13, 2021

hacer desaparecer un cuerpo
no es muy distinto a ilustrarlo

realzo los bordes del mío
y como en el proceso de un tatuaje,
la hinchazón no es un signo de alarma
sino el llamado telefónico que confirma
que al rojo se necesita decirle vivo
para poder diferenciar el mundo seco
de todo lo que adentro
no se puede ordenar.

intento desaparecer el cuerpo,
perderlo de alguna manera,
manosear las formas,
levantar el relieve,
hacer dibujos con materiales tridimensionales
que nada tienen que ver
con lo que vienen a rellenar,
por ejemplo hoy es domingo y pinto una flor
con alas de murciélagos
que encuentro en la calle.

desaparecer el cuerpo es buscar la manera
de que la piel sea un truco de magia,
cumplir la fantasía indestructible
de dejar pedazos nuestros a la vista para que el público celebre,
se asombre,
nos admire,
y con suerte nos elija otra vez
alguna próxima noche.

busco el trasvase de un frasco a otro,
necesito que se pierda mi cuerpo,
fermentar de restos más aptos,
tener la esperanza congénita de haber aprendido a estallar perfecta e inesperada
exacta como una seta
o una mujer dorada y brillante
que sale desde adentro de una caja
con el sensacionalismo de una atracción
inigualable.